Carla volvió a retocarse los labios esculpidos en un rojo atrayente y sensual, y de nuevo también
volvió a mirarse en el pequeño espejo que había extraído ya varias veces del bolso, con un gesto
compulsivo, sin pensar, no podía ocultar su nerviosismo, hasta el taxista que la observaba a
través del retrovisor parecía haberse dado cuenta de su estado algo alterado, como sugería su
media sonrisa irónica mientras le cobraba el importe adeudado.
Hasta entonces no se había fijado en lo atractivo que era, pero no le gustaba la forma
condescendiente con que se dirigió a ella e intentó devolvérselo diciéndole con cierto desdén que
podía quedarse con el cambio.
Ese gesto de aquel hombre desconocido le pareció una forma un poco torcida de empezar la
noche que deseaba fuera especial, abrió la puerta y posó en el suelo mojado por la lluvia un pie
que resaltó por el color rojo brillante de su zapato que hacía juego con sus labios, con cuidado
salió del vehículo pertrechada en aquellos tacones inverosímiles que se había comprado para la
ocasión.
Con ese movimiento un tanto brusco su vestido se abrió revelando un liguero de última
generación, también adquirido con la misma finalidad que los taconazos, que no era otra que
seducir a su jefe con el que por fin tenía una cita después de años anhelando este momento, años
en los que se dedicó a hacer conjuros mentales para que rompiera con las numerosas novias de
turno, tantas como habían pasado por sus musculados brazos y posteriormente por sus sábanas
que adivinaba tan sofisticadas como él.
Cuando aquel viernes se acercó a ella con su seductora sonrisa y le propuso salir a cenar el día
siguiente, el efecto producido fue dejarla casi paralizada, con los ojos abiertos hasta un límite
insospechado y sin apenas ser capaz de articular que estaría encantada y que por supuesto estaba
libre para él, esto último no era cierto, la realidad era que pensaba salir con sus amigas, para lo
que ellas denominaban con humor dar una puti vuelta, que se traducía en salir a cenar, tomar
unas copas, bailar como locas y apartar algunos moscones mientras soñaban que ese hombre que
solo existía en sus sueños vendría a rescatarlas, este sueño era consecuencia de la ingesta
desenfrenada de series y novelas románticas que nada tenían que ver con la realidad.
Cuando consiguió salir del estupor causado por la inesperada invitación y aún absorta en la
figura masculina que hacía rato había abandonado la estancia, miro la hora y recogiendo sus
cosas salió en estampida de la oficina, tenía poco más de 24 horas y un arduo trabajo por delante
que incluía, peluquería, depilación y por supuesto comprar ropa nueva, sobre todo lencería sexy
de la que no andaba muy bien provista.
Su vida sexual era desde hacía un tiempo bastante anodina, sus últimas conquistas habían
demostrado escasa habilidad y poca generosidad, por no decir que iban a buscar su satisfacción
sin mucho entusiasmo en hacer disfrutar a la persona que durante al menos unas horas iba a
compartir su intimidad.
En ese momento empezaba a caer una fina lluvia que amenazaba con arruinar el peinado que se
había llevado un buen pellizco de su sueldo, pasando a la caja de una peluquería tan moderna
como cara, pero no le importó demasiado el desorbitado gasto si suponía conquistar al hombre
que hasta ahora solo había estado al alcance de sus sueños.
Salió de aquel glamuroso local peinada y maquillada y después de vestirse con el modelo que
luciría esa noche se sintió una mujer nueva, como si al verse más atractiva en el espejo de la
entrada, al que apenas prestaba atención, hubiera adquirido un nuevo poder que desconocía
dentro de ella, es verdad que una vez en el taxi fue sintiéndose cada vez más insegura y tensa,
sensación acrecentada por la mirada burlona exhibida por el conductor, que mirándola a través
de aquel espejo parecía leer sus pensamientos.
Cuando llegaron al destino estaba ya inmersa en un bucle en el que daban vueltas sus más negros
pensamientos correspondientes a una persona de baja autoestima como era ella, desde aquellos
tiempos del instituto en que más de una vez fue blanco de burlas bastante crueles.
Aupada en sus tacones respiro hondo armándose de valor, por alguna razón que no lograba
imaginar, Jorge, su jefe, aquel hombre tan atractivo y seguro de sí, la había invitado, ella no se
veía mal a sí misma y menos aquella noche en que había realizado tal inversión de tiempo y
dinero en su aspecto físico, pero comparada con las mujeres espectaculares que habían desfilado
por la oficina a recogerlo no veía como podía competir, decidió que lo mejor era apartar esos
negros pensamientos que de pronto la habían saltado y se adentró en el bar del restaurante donde
habían quedado para tomar una copa antes de la cena.
Él ya estaba esperándola sonriente, vestía más informal que en el trabajo, donde ejercía de
gerente de una exitosa consultora que pertenecía a su familia.
Lucia, y nunca mejor dicho, una camisa azul que se ajustaba con lascivia a su musculado torso y
unos pantalones negros que caían con soltura marcando su anatomía en algunos rincones y
dejando otros con más libertad para la imaginación.
Casi no pudo evitar relamerse al verlo allí, relajado y más cercano de lo que nunca pudo sentirlo.
La ayudó a quitarse la chaqueta con un gesto galante pero que resultaba muy natural en él,
después de darle dos besos tan cerca de la comisura de los labios que hizo que una llamarada de
calor la recorriera por entero.
Estaba claro que sabía el efecto que producía en ella, y no solo en ella, sino que sospechaba que
en cualquier mujer que lo tuviera cerca.
Escuchar su voz sexy y un poco ronca lejos del ambiente de trabajo solo contribuyó a aumentar
el calor que su cercana presencia le producía, porque estaban sentados en la barra a escasos
centímetros, tan juntos que sintió su aliento fresco y cálido al decirle
-Me he tomado la libertad de pedir un Martini para ti-
Carla asintió y tomó la copa bebiendo con avidez, exhibía una sonrisa tonta mientras él la miraba
como una serpiente antes de engullir a su presa, sin prisa, tomándose su tiempo.
Después de dos copas pasaron a ocupar la mesa que tenían reservada, el lugar era elegante y los
precios que vislumbró de soslayo en la carta le parecieron una aberración, acostumbrada a no
derrochar, viviendo en consonancia a su nómina y porque en general sus gustos eran sencillos y
no necesitaba mucho para ser feliz, excepto el ansiado amor que nunca llegaba.
La cena transcurrió en un ambiente cordial animado por la botella de vino que sumada a los
efectos de los aperitivos la mantuvo en una nube alcohólica que la volvió mucho más desinhibida
de lo que sería habitual para ella en una cita de estas características.
Rieron y charlaron, dejando de lado el trabajo, en la escuchaba con atención mientras ella
contaba anécdotas de su nefasta vida amorosa con un desparpajo que lo hacía reír sin parar,
aunque en el fondo Carla sabía que en su momento ni de lejos fueron tan divertidas las
experiencias.
Terminada la cena su galante acompañante le propuso ir a tomar una copa a un lugar bastante
exclusivo que el conocía,
Asintió intentando no parecer demasiado ansiosa por continuar la noche en su compañía, pero el
alcohol le jugó una mala pasada al levantarse de la mesa olvidando que los zapatos que calzaba
requerían una buena dosis de pericia y estar con todos los sentidos alerta para no dar un traspiés
que a punto estuvo de terminar con todo el contenido de la mesa en el suelo.
Gracias a qué Jorge fue muy rápido y la sujeto a tiempo pudo salvar la situación y sintiendo que
un rubor inoportuno se extendía por sus mejillas se dirigió al baño con pasos un poco vacilantes
que intentaba disimular.
Se mojó las sienes para refrescarse sin arruinar el maquillaje perfecto que lucía al principio de la
noche y que ya no era tan perfecto.
Se retoco y arreglo lo mejor posible sintiéndose agobiada por no hacer esperar demasiado a
Jorge, aunque él parecía muy relajado y tranquilo entretenido con su móvil cuando volvió a la
mesa murmurando una disculpa por si había tardado demasiado, el hombre parecía muy sincero
cuando le aseguro que había sido muy rápida y tomándola de la mano se dirigieron a la salida
donde ya los esperaba un taxi, que como si el destino se empeñara en reírse de ella era el mismo
que la había dejado un rato antes en la puerta del restaurante, mirándola con la misma sonrisa
irónica a través del retrovisor.
Sonrisa que se acentuó cuando su jefe le dio la dirección del local a donde debía conducirlos, ella
no entendía a qué venía esa sonrisita que la sacaba de sus casillas, está vez bajó del taxi sin
despedirse mientras su acompañante abonaba la carrera.
Se quedó mirando un poco extrañada la puerta del pub que era pequeña y con poca luz, nada de
neones que invitarán a la gente a pasar dentro.
Un portero de tamaño considerable los saludo y ella pensó que conocía a Jorge, que quizás era
cliente habitual o bastante asiduo.
La luz era muy tenue al igual que la música, que le dio la impresión de hilo musical de ese que
ponían antes en oficinas y ascensores, nada que ver con los antros donde solía ir con sus amigas
que se caracterizaban por una música ruidosa y estridente que invitaba a hacer el loco y bailar.
Jorge, su jefe y cita de esta noche la condujo tomándola por la cintura con un gesto posesivo que
le pareció muy sensual, entraron en una de las salas en que estaba dividido el local, la decoración
en tonos rojos y dorados les recordó a los clubes de lujo que recordaba de ver en alguna película.
Había una pequeña barra, se fijó en que la clientela estaba formada por parejas que los
observaban con expectación, pensó que debía ser porqué hacían una bonita pareja, Jorge le
preguntó si quería una copa y ella asintió dejándole escoger y prometiéndose a sí misma que
sería la última de la noche, brindaron con una pareja madura que se acercó a saludarlos resultaban
muy atractivos y se notaba que este atractivo no era casual, que cuidaban mucho su
aspecto físico.
Le resultaron muy simpáticos, charlaron y rieron un rato hasta que los invitaron a pasar a una
sala que al parecer habían reservado y que se hallaba detrás de unas cortinas, ella entró
conducida por Jorge y empezando a sospechar que la situación no era tan inocente como podría
parecer.
Una habitación espaciosa cuyo centro lo ocupaba una gran cama provista de sábanas de satén
rojo componía parte el mobiliario, por unos minutos se quedó parada sin saber cómo actuar, pero
no tuvo mucho tiempo para pensar puesto que Jorge tiró de ella con suavidad y la tumbó sobre la
cama mientras sus nuevos amigos se sentaban en un diván y parecían dispuestos a no perder
detalle de lo que iba a ocurrir a continuación.
Aunque un poco achispada era muy consciente de lo que ocurría y quizás por primera vez en su
vida se dejó llevar de verdad, siempre se decía que había que fluir, pero no era tan habitual que
lo hiciera.
Deseaba a Jorge y por alguna razón que desconocía él había decidido adentrarla en esta
experiencia swingers y estaba dispuesta a saborearla.
Jorge besaba muy bien, su lengua tenía la virtud de adentrarse en su boca el punto justo para
hacerla querer cada vez más, se movía con movimientos lentos y deliciosos que la hicieron
desear que la utilizará con la misma precisión en su clítoris que palpitaba reclamando atención,
entonces, como si él hubiera escuchado sus pensamientos la despojó del vestido y el tanga y sin
quitarle los ligueros comenzó a lamerla haciéndola gemir y casi sin poderlo evitar gritar, pensó
en que eso sí era placer de verdad, en pocos segundos llegó a un orgasmo que fue sin duda el
mejor de su vida, al menos hasta ese momento, antes de que la pusiera de espaldas y comenzará a
penetrarla pudo observar como la pareja se masturbaba mutuamente mientras los miraban
haciendo que el polvo fuera mucho más excitante.
Sintió como los dedos de él se deslizaban por su clítoris mientras la embestía y conseguía que los
dos llegaran al orgasmo dejándola casi sin aliento está vez y pensando si algo así podría
superarse.
Se quedaron tumbados recuperando la respiración y entonces sintió que alguien le acariciaba los
senos con
mucha suavidad, era la mujer de la pareja que hacía unos minutos se dedicaban a observarlos y
que al parecer se había decidido a actuar, nunca había pensado en que alguna vez realizaría estás
prácticas con alguien de su mismo sexo, pero de nuevo se dejó llevar a ver qué sucedía, casi con
curiosidad, sintió como ella seguía jugando y acariciando toda su piel, lamiendo sus pezones que
se erizaban de placer.
Mientras Jorge penetraba a la otra mujer el marido observaba al trio a la vez que llegaba al
orgasmo, debía ser un voyeur que disfrutaba viendo como otro hombre poseía a su esposa,
mientras a través de las tenues cortinas otras parejas los observaban a ellos.
Cuando Carla se dio cuenta de que más personas las miraban se excitó todavía más, también era
algo que en otro momento le hubiera resultado impensable.
Mientras, los tres probaban diferentes posturas entre sudor, saliva y orgasmos múltiples, solo
podía pensar en que Jorge era un amante increíble, superaba cualquier expectativa que hubiera
llegado a imaginar.
Al final de la noche se despidieron agotados de la otra pareja de la cual no sabían ni los nombres,
pero eso no importaba demasiado.
Jorge la acompaño a tomar un taxi pues él iba en otra dirección, no le sorprendió comprobar que
era el mismo taxista que la había casi acompañado toda la noche, pero está vez fue ella la que le
sonrió con sus labios despintados que denotaban una noche de pasión brutal, y dejó que la
abertura de su vestido dejará a la vista que ya debajo no había nada que ocultar…